Editorial revista El Candil, noviembre de 2017

Ya terminando el año, es necesario detenerse a observar el camino pisado y reflexionar. Pocas veces, en medio del frenesí de las ciudades, podemos contemplar el silencio. Hay humildad en este acto, una renuncia a los quehaceres y la voz propia, una entrega del ser individual a la totalidad de las cosas.

En un “año 20” (a 20 años del cierre de las minas) ¿qué nos va quedando?, si el sonido de las máquinas no está, si no suena la sirena. El escritor lotino se sienta sobre los miradores y lee versos sobre los pabellones de la Bannen; cada casa es una letra; y en cada letra, una vida, memoria. Viejos amigos desfilan por las ventanas y tendederos. Todo es una permanente fotografía congelada en el tiempo.

Una época reflexiva se erige, un acto de humildad; ¿la misión?, identificarnos, sembrar para el mañana quienes somos, la ciudad post-industrial, la comuna silenciosa que ve transcurrir su historia en completa templanza. Una cultura que busca reinventarse y que es anhelo compartido de los viejos y jóvenes poetas.

Alejandro Concha M.
Lota, 15 de Noviembre de 2017.-


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