Nuevos arquetipos en la literatura de la zona del carbón

 (El siguiente texto corresponde a un breve artículo escrito y publicado en la revista Patrimonio de Lota, realizada por profesores y estudiantes de la Universidad San Sebastián).  

NUEVOS ARQUETIPOS EN LA LITERATURA DEL CARBÓN

 Lota es una ciudad repleta de tópicos, con la publicación de Sub Terra en 1904, Lillo sacó de la oscuridad de sus galerías a la zona carbonífera, retratando a fuego las magulladuras del progreso sobre el rostro obrero de Chile. Este retrato de la explotación hizo eco en la memoria de nuestro país, elevó a la categoría de literatura sus imágenes más cruentas, de niños porteros, mineros amputados y casitas empobrecidas, conformando así una serie de significantes asociados tradicionalmente a la zona.

Un cliché no por ser cliché tiene menos razón. Si hay frases en el habla que se repiten a modo de refranes o lugares comunes, suele ser más por su asertividad que por su caducidad (porque sí, los lugares comunes tienen fecha de vencimiento).

Mi cercanía con los escritores de Lota comienza primero con la escritura, para luego saltar a la editorialidad. Hacia 2018, junto a mi amiga y poeta Myriam Tiznado fundamos el sello de La Balandra Poética, plataforma de gestión que mantiene tres colecciones: poesía, narrativa y patrimonio cultural. El primer desafío fue dar en Lota un paso decisivo hacia la profesionalización del libro, dejar atrás las tapas negras y rojas asociadas a la literatura del carbón y avanzar en ejemplares cuya propuesta acercara nuevos lectores a dichas obras, además de resguardar su calidad a fin de facilitar su preservación.

En estos años he visto la paulatina transformación arquetípica de los libros de autores lotinos. Esta inclinación patrimonial no parece tan evidente en otros territorios de historias y geografías similares, como Lebu, Curanilahue o la vecina Coronel; atribuyo esto al palpable deterioro del patrimonio industrial en el corazón mismo de la ciudad, mientras que en Schwager o Boca-Lebu los asentamientos mineros se encuentran apartados de los centros cívicos, en Lota la infraestructura industrial es el corazón mismo de la ciudad, por lo tanto, los efectos del fracaso de la reconversión económica son la cotidianidad de sus habitantes.

 El estado subsidiario ostenta sus terribles realidades a vista y paciencia, la deuda histórica de la política chilena con el mineral nos muestra una ciudad empobrecida, repleta de márgenes ruinosos y de un cáncer que, teniendo su germen en el sistema económico, se extiende por los espacios públicos, monumentos, moradores y sus relaciones sociales.

Durante los años ´90, la reconversión fallida es seguida por una reconversión cultural forzada que poco a poco iba alterando sus signos. Desde la voz de jóvenes poetas como Jorge Foss hasta los cuentos tradicionales de Yanette Silva, o los poemas familiares de “En mi sangre habitan” de Daniela Guerrero, puestos al lado de “Súplica de pieles” de Nelly Peña o de la obra dramática “La tarro con piedras” de Verónica Alcavil, la desmemoria, la ruina y la mujer reclaman espacios de visibilidad.

La escritura es un lugar al que acudimos no solo para reflexionar, sino para debatir nuestras ideas y concepciones de pasado, presente y futuro; frente a esto es correcto decir que estas coincidencias temáticas no son sino el síntoma de una identidad que se agrieta, desmorona y desaparece, de forma palpable en las ruinas de un pique y de manera metafórica en los propios lotinos.

Ya no es el Cabeza de cobre yendo a trabajar al Chiflón del diablo, son los jóvenes que migran buscando oportunidades laborales; ya no es Pablito estremecido ante el trabajo infantil, sino el adolescente que abandona sus estudios para dedicarse al trabajo y ayudar a su familia; ya no es la viejecilla que no puede comprar más allá del muro de la compañía, sino la madre que para subsistir debió volcarse al comercio.

Los arquetipos lotinos han cambiado. Los libros publicados en Lota hablan más del Chile contemporáneo de lo que pensamos, dan cuenta de la transformación cultural que aún vivimos y abren una ventana para que la sociedad del carbón encuentre otras figuras de representación en sus libros.

Llegará un punto en que escribir no baste, pero el desafío de reunir, ordenar y difundir este testimonio escrito para el estudio de las nuevas generaciones es una tarea ante la cual escritores, academia y autoridades aún estamos al debe y frente a la que aún hay tiempo de hacernos cargo.

Alejandro Concha M.



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