Prólogo: Lo que quiero es que imaginemos un paisaje de acuarelas - Antología de poetas peruanos nacidos entre 1990-2005

Un breve resumen: 

Cuando pensamos en la categoría «Literatura latinoamericana», ya sea por obligación en nuestra educación formal o por merecido reconocimiento, enumeramos una serie de «momentos» que han delineado su paso por nuestra historia contemporánea. Las vanguardias y el modernismo son solo algunos de los conceptos que predominan en las recopilaciones de poesía. Ya después, los caminos recorridos por nuestros escritores del siglo XIX nos parecen lejanos, y la producción literaria de la época colonial es difícil de rastrear. Más abajo, debajo de la tierra y de las piedras, junto a las vasijas de arcilla y las puntas de flecha, nuestra lírica nativa yace sepultada en algún lugar de la historia, conservada en las academias como un puñado de huesos, testimonio de quienes estuvieron aquí y que, acaso, no se catalogan sino como americanos.

Sobre este trasfondo, surcado de guerras, dictaduras, revoluciones fallidas y diásporas, y frente al encaprichamiento del poder de las clases dominantes, nos encontramos en la superficie como productos de una memoria reciente, llenos de interrogantes y con un legado que debe valerse por sí mismo. No sabemos bien qué es América, ni cómo ni dónde definirla, pero somos conscientes de que existimos y aquí estamos.

Iniciar este prólogo hablando de América en un libro de poesía peruana tiene para mí, como poeta chileno, el mayor de los sentidos. Esto porque mi amistad con su compilador se remonta a las acciones desarrolladas por el Movimiento cultural Ergo, al cual conocí en pandemia, y que se ha convertido en el corto plazo en una verdadera vitrina de autores que no solo escriben, sino que abren y gestionan espacios de diálogo y participación fraterna en la lectura.  

La antología que Manuel Quiroz ha emprendido es, sin duda, una aventura ambiciosa y necesaria. Este esfuerzo se convierte en la confección de un mapa territorial que otros escritores (como Sebastián Salazar y Alejandro Romualdo en 1957), ya se habían internado a realizar. Aunque nuestra poesía latinoamericana es inabarcable en sus múltiples tradiciones, encontrar en su suelo fértil las voces que emergen en diferentes direcciones, reflejando la diversidad de estilos y registros, puede parecer una tarea monumental. Sin embargo, estos volúmenes materializan esa búsqueda, y su importancia no puede subestimarse, especialmente en un escenario donde la crítica especializada a menudo enfrenta resistencia y los circuitos de gestión cultural privilegian intereses personales en detrimento de la escena literaria.

Aunque la antología clasifica a los escritores en dos categorías (nacidos entre 1990-1995 y 1996-2005), no solo actúa como una guía de nombres, sino que también revela un fenómeno de proliferación escritural que refleja procesos históricos, brechas generacionales y contextos sociales y políticos complejos. 

Los dos tomos, impulsados por el ímpetu difusor de Quiroz, nos permiten vislumbrar las corrientes y pretensiones territoriales de diversas regiones del Perú. Esta yuxtaposición invita a los lectores a afianzar sus propias confianzas y preferencias. Para analizar y visibilizar cómo se escribe en el país andino, es crucial construir bases comunes de consulta y realizar un estado del arte sobre quiénes son los escritores y de qué se escribe. A partir de ahí, podemos determinar si existen tendencias estilísticas homogéneas o tópicos afines que nos permitan hablar de una escena literaria cohesiva.

La mayoría de nosotros, poetas nacidos en los años ‘90, hoy bordeamos los treinta años e integramos una promoción que ha vivido la transición del mundo analógico a la digital. Hemos presenciado la irrupción de Internet y el surgimiento de la inteligencia artificial. Nuestros referentes abarcan desde escritores clásicos hasta íconos de la cultura pop y el marketing. Escribimos poemas mientras nos sentamos a ver una serie en Netflix o damos "like" al collage que un amigo subió a Instagram. Leemos a Platón, Deleuze y Derrida, al tiempo que escuchamos a Taylor Swift o a Bach, dependiendo de nuestro estado de ánimo. Todos los lugares y momentos de la historia están a nuestro alcance, pero, a la vez, sentimos preocupación por temas como la salud mental, en medio de un mundo violento, lleno de guerras y exilio. Existe una nostalgia por lo que se ha perdido y observamos con inquietud el avance de la tecnología sobre los lugares de la infancia. Es natural, por lo tanto, esperar una muestra diversa en tendencias e inquietudes.

Junto a ello, la tierra que he observado a la distancia es «telúrica y magnética». En el extranjero, la solemos recordar por el suelo de los Incas, su arqueología fascinante y, finalmente, como un canto profundo al que numerosos autores se han sumado. Esta percepción no es mía; César Vallejo, José María Eguren o Antonio Cisneros lo habrían expresado mejor. Aquellos que estamos lejos de su tierra lo asociamos con el sol, con las manos que lo edificaron y con el misterio de nuestras raíces originarias. Perú es un país fundado por sus poetas.

Presentados en orden cronológico, estos volúmenes prometen ser una ventana a los paisajes naturales, políticos y sociales del Perú, a los cauces ocultos tras el denso polvo que se levanta al intentar domar nuestro destino. 

En pleno siglo XXI, el horizonte joven de un territorio inexplorado sigue revelando su complejidad. 

Alejandro Concha M.

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